
La ciudad de Barranquilla, sus colores, su sabrosura, sus sistemas de sonido potentes, su folclor y su carnaval, son solo algunas de las cosas que la familia de Lorena no sentía propias; su círculo cercano se identificaba más con la cultura de Estados Unidos que con la ciudad, los recuerdos de las vidas de sus abuelos en los pueblos del Atlántico eran memorias del pasado, de una etapa superada que Lorena no vivió y que siempre la hacían sentir como extranjera en la arenosa.
Cuando la noticia de la muerte de su abuelo llegó a su casa, Lorena hizo un viaje hasta Puerto Giraldo Atlántico, un corregimiento al lado del Magdalena donde pensaba encontrar una escena de dolor; para su sorpresa, el entierro de su abuelo era un fandango a todo pulmón, con ron para tres días pagado anticipadamente por él y una fiesta en la que todo el pueblo celebraba su vida como si hubiera sido Joselito Carnaval. Ese día Lorena, en medio de su melancolía y sorpresa, sintió que quería pertenecer a ese momento, a ese espacio y a esas personas.
Hoy a sus 30 años, su trabajo nos presenta un acercamiento al Atlántico muy personal, cargado de escenas con un aire de extrañamiento, de espera, misterio y sensualidad que transcurren entre las últimas horas del día y la llegada de la noche; un viaje a una memoria emocional del caribe misterioso, profundo oscuro, sensual y sutil, que nos acaricia como una brisa suave, nos trasmite su magia, su amor y nos trae a la memoria las historias, los paisajes y las tradiciones rurales de nuestros propios abuelos.
Barranquilla




Paisaje con brisa
Oleo y Acrílico sobre lienzo
30.5 cm x 40.5 cm

Trinitarias en cielo azul
Oleo y Acrílico sobre lienzo
70 cm x 60 cm

Después del mar
Oleo y Acrílico sobre lienzo
70 cm x 60 cm

Tu venías por el sol
Oleo y Acrílico sobre lienzo
70 cm x 60 cm